Aproximadamente el 1% de la población tiene epilepsia.
Sin embargo, más del 30% es refractario a los tratamientos con fármacos anti-epilépticos (Kwan 2000; Picot 2008).
Y esta fármaco-resistencia se asocia a una peor calidad de vida y mayor tasa de mortalidad.
Sabemos que la microbiota intestinal se relaciona bidireccionalmente con el cerebro, por medio de neurotransmisores, neuroinflamación, biomarcadores, etc.
¿Pero qué se ha visto en relación a la epilepsia?
En pacientes con epilepsia refractaria a los fármacos antiepilépticos se encontró una microbiota diferente vs los controles y los pacientes que si respondían a los fármacos (Peng, Epilepsy Research 2018).
También hay distintos experimentos en modelos animales. Por ejemplo, se ha visto que transplantes fecales desde un control a un ratón con epilepsia mejoraron el control de las crisis (Citraro, Epilepsia 2021).
Por otro lado, ratoncitos que reciben un tratamiento específico para epilepsia refractaria (dieta cetogénica) tienen cambios en su microbiota. Cuando se hace un transplante de esa microbiota, los ratones que la reciben tienen menos crisis a pesar de no recibir la dieta cetogénica. Es decir, se traspasan sus propiedades anticonvulsivantes por medio de la microbiota! Ratones con la dieta pero que reciben antibióticos continúan con crisis. También se vio que después del transplante fecal tenían niveles más altos de GABA (neurotransmisor inhibitorio) a nivel cerebral (Olson, Cell 2018).
Este tema se está investigando hace muy pocos años, pero ya tenemos evidencia preliminar que asocia la microbiota intestinal con la respuesta a los fármacos antiepilépticos y también su relación con el umbral convulsivo.
Aún queda mucho que descubrir!! Pero, al menos en distintas condiciones neurológicas, un estilo de vida saludable y una microbiota intestinal sana ayudan en esta interacción microbiota-cerebro.
Mientras seguimos investigando, esto lo podemos trabajar desde la Medicina del Estilo de Vida.
